Hay un tema que nos llega constantemente en todas las edades, el miedo a meterse en el agua, y por mucho que evolucionamos a una sociedad que entiende la importancia de aprender a nadar, lo seguimos viendo constantemente.
Para poder hablar de este tema, tenemos que ver dos cosas, qué es y cómo funciona el miedo y, cuáles son los motivos habituales por los que aparece el miedo en las personas.
QUÉ ES Y COMO FUNCIONA
El miedo es una emoción primaria (como alegría, tristeza o enfado). Es una emoción ÚTIL, pues nos hace darnos cuenta de que hay un peligro y reaccionar para sobrevivir.
El cerebro tiene una parte racional que se desarrolla entre los 25 y 30 primeros años de vida de un ser humano, y otra irracional donde se aloja la amígdala, encargada de recibir esas emociones y transformarlas en acciones.
De esta forma, cuando sentimos miedo respondemos de forma irracional hasta que nuestra corteza prefrontal se va desarrollando y nos ayuda a reaccionar ante determinadas situaciones que nos generan miedo.

¿CÓMO APARECE EL MIEDO AL AGUA?
Hay dos motivos claves:
1- La transmisión de adultos a niños del miedo que los mayores puedan tener a ésta.
2- Una experiencia traumática, como un ahogamiento, una entrada brusca en el medio sin herramientas para salir, tragar mucha agua incluso puede llegar a ser traumático si no se gestiona bien el suceso.
¿Cómo podemos ayudar?
Veamos entonces, como ayudar a nuestro cerebro a hacer más pequeño ese miedo cada vez.
Pongamos nombre a las cosas y digamos en voz alta, «me he asustado», «he pasado miedo», «he tragado agua»…. en los niños ponerle nombre ayuda a interiorizar que eso tiene solución o forma de remediarlo, en adultos ayudará a nuestro cerebro a asumir un desenlace positivo «estoy bien».
No anticipemos situaciones, la ansiedad se encarga de alertarnos del peligro, y está bien si, por ejemplo, oímos por megafonía del Zoo que se ha escapado un tigre, que sintamos miedo y nuestro cuerpo reaccione para salvarnos de la amenaza. Anticipar que se va a escapar el tigre antes de ir al zoo y sentirnos en alerta (ritmo cardíaco acelerado, sudoración, pupilas dilatadas, falta de aire…) no lo es, así que cuando nos ataquen los pensamientos intentemos pensar qué es real y qué es una anticipación.
Si lo aplicamos al agua, pensar me voy a ahogar, no voy a saber mover los pies o los brazos antes si quiera de entrar en la piscina, es anticipar a algo que aún no ha pasado y llegar al centro deportivo con un estado de alerta que no te ayudará a dar clase.
Una vez convencido/a de que queremos dar el paso de aprender, debemos buscar un centro que nos de confianza. Donde podamos hacer pie en las primeras clases, por si nos ponemos muy nerviosos y donde podamos confiar en los monitores y sus indicaciones. Algo que funciona bien es que alguien de confianza, te recomiende un centro pues tú cerebro asumirá que es un lugar seguro (alguien a quien le importo no me recomendaría un mal lugar).
Y sobre todo no ponernos tiempos. Cada persona lleva su ritmo. Y lo que para uno es un súper avance como puede ser meterse de pie en el agua y no salir corriendo, para otro es ser capaz de hacer un largo. Cada persona, tiene sus tiempos, sus logros y sus metas. No te compares y no juzgues. No abuses de la autoexigencia.
¿Y con los niños?
Cuando hablamos de niños, aquí es fundamental la confianza de los padres en el monitor y del trabajo del monitor con el pequeño en ese proceso de adaptación.
Si los padres han trasmitido al pequeño «ten cuidado no te ahogues», «es peligroso»… En lugar de «hay que aprender a nadar primero para jugar después», «tienes que escuchar bien al profe para hacerlo luego tú solo»… lo más probable es que el niño sienta que no va a un lugar seguro, al contrario que si papá y mamá le dan la confianza y el lugar que corresponde al monitor, «el profe te va a enseñar y cuando acabe la clase papá y mamá te recogen y nos cuentas lo que has aprendido».
El miedo cuando se instala de forma descontrolada en nosotros a veces necesita de terapia y ayuda profesional, no solo de la clase de natación para sentirnos seguros y con la confianza suficiente para meternos después en la playa. Pero siguiendo estos pequeños consejos y entendiendo cómo funciona el cerebro, ¡Seguro que lo consigues! Y si no, es que necesitas más tiempo por qué AÚN no lo has conseguido.
Las fuentes de información que han hecho posible este artículo, han sido a las formaciones con el centro de psicología Somos Mandarina e Isabel y Dani, de Una madre Molona.
Web somos mandarina: https://somosmandarina.com/
Web Una madre molona y Marido: https://unamadremolona.com/
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