Se acerca el verano, y con él vamos a piscinas, playas, pantanos, ríos…. ¡a poner en práctica lo aprendido durante el año! ¿Y cuál es el primer error que cometemos? ¡Los maguitos! Usamos manguitos con los más pequeños y ahí cometemos el primer fallo a la hora de poner en práctica lo aprendido. Os explicamos, vayamos por partes.
Primero, usamos los flotadores más como medida de protección ante el ahogamiento que como un apoyo para nadar. Y eso, de por sí, ya es un desatino. Pues NUNCA podemos sustituir nuestra vigilancia y apoyo por los flotadores, da a los padres una falsa sensación de seguridad que no existe en realidad y nos relajamos.
Por otra parte, cuando buscamos un apoyo a la hora de nadar, estar en el agua o disfrutar del juego, no todos los sistemas de flotación son válidos. En el caso de los manguitos que suele ser el que más vemos en playas y piscinas, impide el movimiento de los brazos, y es aquí donde nosotros, queremos incidir.
En las primeras etapas del aprendizaje en natación, es fundamental poder trabajar con todo tu cuerpo, piernas para el batido, cabeza para respirar y brazos libres para controlar el impulso que dan al resto de tu cuerpo. Los manguitos mantienen en todo momento los brazos fuera del agua, colgados, y sin posibilidad de movilizarlos realizando los movimientos correctos (o al menos algún movimiento que ayude al desplazamiento) es por eso, que no recomendamos su uso.
Sustituyendo a este flotador, y pensando en no tener al niño todo el tiempo en brazos, podremos usar tablas, ‘churros’, cinturones lo más finos posibles y siempre, siempre, siempre un ADULTO capaz de vigilar, manejar y sacar del agua en caso de que se escapen estos materiales.
Otra forma de verlo, y entenderlo, es que seamos conscientes de que en natación nadamos en horizontal, no en vertical, por lo que poder poner el cuerpo en esta posición, sacar la cabeza y usar los brazos y las piernas para no hundirnos es parte del aprendizaje, ¡no retrocedáis este verano! Disfrutad de forma segura con ellos, y no olvidéis que una vez que te lanzas al agua, hay que usar todo el cuerpo para salir.
¡A por ello!
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